A distraer a otra parte
Para dar ejemplo de lo que os voy a contar en este artículo, no pienso dudar en absoluto, y voy a ir directamente al grano, porque si existe algo que nos paraliza a la hora de conseguir alcanzar cualquier objetivo que nos proponemos, son precisamente ellas, las dudas.
¿Cuánto tiempo desperdiciamos dedicándonos a dudar? ¿Cuánto desanimo encontramos cuando lo hacemos? ¿Cuántas distracciones ponen en nuestro camino?
Si nos paramos a pensar, bien alimentadas, algo que solemos hacer nosotros mismos, las dudas son unas de nuestras más poderosas enemigas.
Una duda es algo que surge, y a la que vamos dando forma a través de nuestros pensamientos. Algunas de ellas, una vez despejadas con análisis adecuados y acciones rápidas y concretas, nos permitirán crecer.
En cambio, otras, las que no se sostienen por su propio peso, y a las que nosotros nos agarramos, fundamentalmente para no arriesgarnos, bien por comodidad, bien por temor, nos harán permanecer anclados a la mediocridad, lugar en el que nos quedaremos estancados hasta que tengamos el valor de hacer algo con ellas. Al final, acabamos llamando dudas, a lo que no son más que excusas.
A base de darle vueltas en nuestra cabeza, sólo conseguiremos hacerlas más grandes. Si lo piensas bien, las dudas que no despejamos son aquellas que creemos que no serán beneficiosas para nosotros, aunque si hay algo que es poco rentable es estar, como suele decirse de manera coloquial, “mareando la perdiz”.
Cuando intentamos mantenerlas siempre activas es porque pensamos que mientras estén ahí no tendrán efectos negativos para nuestros intereses.
En cambio, es todo lo contrario. Haciendo algo al respecto, tomando una decisión, automáticamente comenzará a esfumarse. Al fin y al cabo, una duda no es más que un pensamiento esperando a que se le aplique la acción correspondiente.
Cuando las dudas están relacionadas con el hecho de saber si podremos hacer, o no hacer algo, tienen muy fácil solución. Se trata de empezar a hacerlo, porque justo en ese momento comenzarán a despejarse.
En el momento en el que surgen dudas, creer continuamente que todo nos saldrá bien, y que siempre estaremos tomando buenas decisiones sería de ilusos. Se trata de aplicarles una acción que nos permitirá saberlo, y continuar adelante si los resultados son positivos, o de aprender en caso de que algo salga de manera menos beneficiosa para nuestros intereses.
Una duda es poderosa hasta que alguien tiene el valor de dejar de darle importancia. Por eso, de vez en cuando, es bueno ningunearlas, no perder demasiado tiempo con ellas, y comenzar a hacer cosas que puedan darnos algún tipo de resultado. Si lo que hacemos es positivo, sigamos adelante, si no lo es tanto, modifiquemos la estrategia. Bloqueados por ellas, jamás.
A partir del momento en el que nos atrevamos a despejarlas, sorprendidas, todas nuestras dudas se quedarán atrás observando como nosotros continuamos avanzando firmes y decididos en nuestro camino, mientras ellas, derrotadas, se marcharán a distraer a otra parte.
José Lorenzo Moreno López
©jlml2022

Imagen: unsplash