En un momento como el actual, en el que tener la voluntad de hacer las cosas bien desde el principio es algo que está en absoluta decadencia, y que cuando se hacen, en lugar de verlo como algo normal y natural se celebran como si fuese un hecho absolutamente extraordinario, es tiempo de recordar que, si hay algo a nivel personal que genera satisfacción, a la vez que motivación, y que además está en nuestras manos, es precisamente eso, hacer lo que hay que hacer, más allá de los posibles resultados que se puedan obtener, y que en muchísimas ocasiones dependerán de factores externos a nosotros.
Ocurre que hacer las cosas bien en muchas ocasiones conlleva el tener que cumplir de manera continua una serie de normas y procedimientos, sobre todo cuando trabajamos para una empresa, y eso es algo para lo que no todo el mundo está preparado, por lo que en lugar de entrenar la aceptación y la responsabilidad del cumplimiento de las mismas, sean las que sean, fundamentalmente porque están creadas para ello, desperdician un tiempo precioso buscando excusas y atajos que acaben por justificar el hacer las cosas de la manera que estiman conveniente e intentando convencer a los demás de que, de alguna forma, el fin justifica los medios, cuando en realidad sería mejor decir que su fin justifica sus medios.
Por eso, y teniendo en cuenta el poder auto motivador de hacer las cosas bien, quienes no le dan la suficiente importancia a ello, y prefieren actuar como estiman oportuno dependiendo de la ocasión, además de tener un freno bastante importante a nivel personal, también tienen un asunto pendiente, y urgente, que resolver con la empresa que le paga por realizar su trabajo.
José Lorenzo Moreno López
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