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Poco ruido y muchas nueces

Seguramente el título de este artículo os suena de algo, aunque tal vez no como recordabais en un principio. Pues sí, es una versión diferente de aquella comedia que escribió William Shakespeare, “Mucho ruido y pocas nueces”, y que en 1993 Kenneth Branagh llevó a la pantalla en forma de adaptación cinematográfica, y al que mi particular creatividad le ha dado la vuelta, para escribir sobre un valor muy apreciado, aunque cada vez en mayor decadencia: La credibilidad.


Al principio puede parecer que el ruido será nuestro mejor aliado, aunque al final lo que queda en el recuerdo de las personas son las nueces, y es que, como decía aquel, lo que perdura no son las palabras, si no los hechos, por lo que, si nuestro objetivo es ser personas confiables y creíbles, nuestras acciones serán las encargadas de hacer el trabajo. Todas las palabras que no lleven una acción posterior simplemente se quedarán en ruido ineficaz.


Las palabras son excelentes diseñadoras de castillos en el aire, mientras que los hechos son los que, a base de una constancia extraordinaria, terminan por dar forma a todo aquello que realmente queremos construir.


Ninguna relación, personal o profesional, puede llegar a cimentarse únicamente a base de palabras, ya que su solidez es nula. Las relaciones consistentes son aquellas que se establecen a base de sumar acciones de valor, y, sobre todo, y fundamentalmente, de hacer lo que decimos que vamos a hacer. Ahí radica la verdadera credibilidad, y aunque no estoy inventando nada, y todos lo tenemos muy claro, es algo que a día de hoy sigue costando mucho poner en práctica, aunque claro, el ruido sigue siendo mucho más barato a nivel esfuerzo que las nueces. Después nos extrañamos de algunas cosas.


Cuando tengamos esa amarga sensación de que se duda de nuestra credibilidad, tan solo tenemos que echar la vista atrás y reflexionar sobre si alguna vez dijimos que íbamos a hacer algo, y después ni siquiera lo intentamos. La credibilidad genera más credibilidad, y eso únicamente sucede cuando, sin tener en cuenta el tamaño de las palabras que pronunciamos y el ruido que generan, siempre terminamos por darles forma. Eso no significa que siempre tengan que ir dirigidas a contentar a los demás, porque cada acción tiene una inevitable consecuencia, y a veces esas consecuencias pueden resultar siendo más o menos positivas dependiendo de la circunstancia.


La opinión que la gente se forma de nosotros suele estar creada por las cosas que les transmitimos, y para que la credibilidad vaya ligada con esa impresión, tenemos que poner en juego constantemente nuestros mejores valores, lo que unido a estar dispuestos a hacer todo eso que envolvemos en buenos deseos y bonitas palabras, será lo que realmente marcará una verdadera diferencia a nuestro favor, porque esa también es una forma de respetar y tratar bien a los demás, algo que además de credibilidad genera muchísima confianza.


Si las nueces son buenas para la memoria y la salud de nuestro cerebro, en forma de metáfora todavía lo son más para darnos valor y sentirnos bien como personas cuando somos capaces de llevar a la práctica todo aquello que decimos que vamos a hacer.


Por eso, que formen parte de nuestra dieta personal en forma de acciones concretas es una decisión excelente, que además hará que el ruido y las palabras vacías se marchen a hacer publicidad engañosa a otra parte.



José Lorenzo Moreno López


©jlml2022





Imagen: unsplash

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